Luego de dejar que el amor fluyera por nuestros cuerpos, sentí el
corazón desbocado. Cerré los ojos y percibí cómo poco a poco bajaba el
ritmo de tu respiración - cíclica, relajante, armoniosa… -. Giré sobre
mi cuerpo, aspiré tu aroma, tu aliento y abrí los ojos lentamente, para
encontrarte allí, a mi lado; tan tangible como el café que bebo todas
las mañanas y tan seductor como los atardeceres en la playa. Pasé mi
brazo por tu talle, desnudo y me abracé con fuerza a tu cuerpo, hasta
que, tranquila, me dejé perder en sueños…
Allí, a esas horas de la madrugada, dejé de pensar en prosa absurda y
lloré en silencio; agradecí poder vivir entre siete artes y una
maravilla, poder tomar tu mano y besar tu alma cálida y sencilla.
Allí, a esas horas de la madrugada, agradecí por habernos encontrado y Ser, por amarnos y hallar en nosotros mismos el placer.
– Malaci (Cafeína para dos)
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