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lunes, 24 de febrero de 2014

Luego de dejar que el amor fluyera por nuestros cuerpos, sentí el corazón desbocado. Cerré los ojos y percibí cómo poco a poco bajaba el ritmo de tu respiración - cíclica, relajante, armoniosa… -. Giré sobre mi cuerpo, aspiré tu aroma, tu aliento y abrí los ojos lentamente, para encontrarte allí, a mi lado; tan tangible como el café que bebo todas las mañanas y tan seductor como los atardeceres en la playa. Pasé mi brazo por tu talle, desnudo y me abracé con fuerza a tu cuerpo, hasta que, tranquila, me dejé perder en sueños…
Allí, a esas horas de la madrugada, dejé de pensar en prosa absurda y lloré en silencio; agradecí poder vivir entre siete artes y una maravilla, poder tomar tu mano y besar tu alma cálida y sencilla.
Allí, a esas horas de la madrugada, agradecí por habernos encontrado y Ser, por amarnos y hallar en nosotros mismos el placer.
Malaci (Cafeína para dos)

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